viernes, 21 de septiembre de 2007

Los tiempos han cambiado


Ya no vivimos en los tiempos de Franco, en los que lo único posible era la familia española católica, apostólica y romana y todo lo demás simplemente no existía (porque no consentían que existiese), sino que caminamos hacia una sociedad multicultural, con un enorme grado de libertad de los ciudadanos y ciudadanas y con una serie de problemas derivados de comportamientos que se nos han escapado de las manos. De todo ello, como sociedad y como individuos particulares podemos sacar muchísimo provecho, pues se trata de una situación muy enriquecedora. Pero también es cierto que puede acarrear problemas (por desconocimiento o por intolerancia) de convivencia. La Educación para la Ciudadanía es una herramienta para luchar contra ese desconocimiento y esa intolerancia, para formar ciudadanos y ciudadanas más libres y, por tanto, mejores, más conscientes de sus derechos y deberes y de los derechos y deberes de quienes los rodean.

Pero claro, ya sabemos que a algunos (me refiero a la Iglesia católica, por ejemplo) no les gusta eso de tener ciudadanos/as más libres y que sepan tanto sobre sus derechos (lo que hace que sean más difíciles de manejar). Debe de ser por eso que se oponen tan fervientemente a la implantación de Educación para la Ciudadanía, porque si no no se entiende que renieguen tanto de una asignatura que puede resultar tan beneficiosa. Quizá también pueda deberse a que temen peder su sitio en la educación, ¿acaso tienen miedo de que Educación para la Ciudadanía vaya cobrando importancia con el tiempo y requiera más horas de docencia y de que esas horas se amplíen en detrimento de la religión cuando los responsables educativos se den cuenta de que la religión es una cuestión que debe quedar en la familia y no pasar a la escuela?
En ese caso, tienen razones para temer su pérdida de poder.

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